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¿Amas a Dios de labios o de corazón?

Mujer muestra un corazón al cielo

Muchos personas en nuestra sociedad actual, dicen que aman a Dios. Estas personas creen que, aunque no cumplan con lo que la Biblia enseña, ellos aman a Dios, incluso señalan que son "buenos cristianos".

Sería muy fácil la vida cristiana si solo fuera de decir palabras y ya está. Las palabras el viento se las lleva. Vivir para Dios implica cumplir sus mandamientos y enseñanzas escritas en la Biblia, dejando en el pasado tu estilo de vida anterior (Efesios 4:22).

Jesús era muy claro en decir: “Por sus frutos los conoceréis”, es decir, no se trata de afirmar que amas a Dios si tu vida no muestra con tus hechos y acciones que eres una nueva criatura en Cristo. Amar a Dios es honrarle y agradarle, y eso solo se logra a través de una vida santa apartada del pecado.

Te pregunto algo: ¿Cómo alguien que siempre comete pecado puede decir que ama a Dios? La manera de vivir de una persona es el mejor testimonio de que realmente ama al Señor, sin necesidad de andar pregonándolo a todo mundo.

Si tu amas a Dios el resultado se verá en tu rostro, el corazón alegre hermosea el rostro dice la Biblia, tus palabras que salen de tu boca serán agradables, puesto que de la abundancia del corazón habla la boca, sin duda serás una persona de buen vestir en el sentido decoroso, puesto que hasta en eso querrás agradar a Dios, también serás una persona que aborrecerá el pecado y todo aquello que lleve a pisotear el nombre de Jesús.

Si siempre has confesado amar a Dios, pero tu testimonio no ha sido el de un verdadero creyente, este es el momento para pedirle perdón al Dios eterno, reconocer que no ha existido en tu corazón un deseo real de amarlo y por ende llevar una buena manera de vivir. Es hora de reconocer tu error y comenzar a dar un verdadero fruto, un fruto del arrepentimiento genuino que existe en tu corazón.

Dios quiere que des fruto, pero un fruto que sea agradable delante de su presencia.

Mateo 7: 19, 20 “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.
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